La zorra y el cuervo
Había una vez un cuervo muy orgulloso. Durante muchos días había vigilado al vendedor de quesos, quien llevaba repleta su canasta con ricos quesos de todas las formas y tamaños. El señor Cuervo, aprovechando la ausencia del comerciante, se acercó a la canasta y se llevó el queso que tanto codiciaba. El pájaro se mantenía erguido sobre la rama más alta de un árbol. Soñaba con la buena comida que iba a saborear mientras sostenía el queso con su pico. Al pie del árbol, una zorra avanzaba sin hacer ruido. Había percibido el olor del queso. Tenía mucha hambre pues no había comido nada desde hacía tres días. Como la zorra era muy astuta, se acercó al cuervo.
-Buenos días señor Cuervo!, le dijo con voz muy dulce. ¡Su plumaje es magnífico! Pero no dice nada usted ni una palabra, ¡qué lástima! Porque su voz debe de ser bella y grave.
El cuervo escuchó a la zorra sin contestar porque su pico seguía ocupado con el queso. La zorra muy gentil, continuó su conversación ya que quería oírlo hablar. Nada más sencillo, el cuervo abrió entonces el pico y… dejó caer el queso. La zorra que estaba debajo del árbol lo tomó rápidamente y fue a comérselo a un lugar tranquilo. El adulador vive a expensas de aquel que lo escucha.
FIN
Lobo con piel de cordero
Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la obtención de su comida. Se metió entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente al pastor.
Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo el rebaño a un encierro, quedando la puerta asegurada.
Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día siguiente, tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante.
Moraleja: Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.
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